La experiencia al visitar Perrenque está condicionada por un factor fundamental -y diferencial-: el ambiente. Más allá de ser consabido que las impresiones del comensal al visitar un restaurante no están condicionadas únicamente por la comida, en el concepto de las cenas clandestinas el entorno adquiere un rol protagónico a la par de los alimentos. Al llegar y toparse con caras desconocidas, la locación, que evoca y compagina elementos hogareños con decoración a la altura de los grandes restaurantes, es el catalizador que logra hacer sentir “como en casa” a la persona para que, en un entorno que le es relativamente familiar, pueda desinhibirse de preocupaciones y prejuicios para entablar una conversación con extraños que derive en un ambiente propicio para la buena mesa esa noche y en un contacto o amistad para después.

​

La decoración lleva una línea en consonancia con la propuesta gastronómica. La cena a la que asistimos de Perrenque tenía como eje temático la comida indígena de Latinoamérica y, así como los pasos de la cena proponían un viaje por las costumbres culinarias de los indígenas del continente, el apartamento, que fungió como sede del encuentro, estaba a oscuras únicamente iluminado por velas. Los elementos en el lugar iban desde algunas artesanías indígenas hasta la música elegida, compuesta por una lista de reproducción con sonidos instrumentales basados, casi únicamente, en instrumentos de viento.

​